La luz del amanecer despertó a Álvaro, que se desperezó incorporándose dentro de su saco de dormir. Comprobó que Sabela estaba a su lado, la chica seguía allí, dormida. Suspiró recordando lo sucedido el día anterior; no sabía cuánto tiempo había estado abrazándola hasta que dejó de llorar, pero para entonces era noche cerrada y Sabela era incapaz de dar un paso, así que la acomodó en su saco y estiró el suyo a su lado, había intentado mantenerse despierto en caso de que ella decidiera poner fin a su vida de nuevo, pero él también estaba agotado y había terminado por dormirse.
Observó el sol saliendo sobre el mar, la luz dorada sobre sus botas tiñéndolas de un color anaranjado, como si estuvieran en llamas. Finisterre, donde se quemaba lo viejo y se empezaba de nuevo. Como él mismo, podía sentir que hoy era el comienzo de su nueva vida.
Miró de nuevo a Sabela y de repente recordó, como se la había encontrado en el bosque y habían terminado el Camino en Finisterre, el dolor de ella por la pérdida de su prometido a un mes de la boda, que le había llevado a hacer el Camino de Santiago, sola, lo primero que hubieran hecho juntos como marido y mujer, para después tirarse por el acantilado en Finisterre. Suspiró recordando su propio dolor cuando su novia le dejó por otro, sin embargo esta vez el dolor era ajeno a él, sentía lástima como si le hubiera pasado a otra persona que ya no existía.
- Buenos días.
La voz de Sabela lo sacó de sus pensamientos. La muchacha lo miraba sentada. Parecía tranquila, la angustia del día anterior desaparecida.
- Hola, ¿has dormido bien?
Observó que tiritaba, el saco de ella estaba empapado por la humedad del ambiente y el rocío, por primera vez notó que el suyo también lo estaba.
- Sí, pero estoy calada.
- Creo que había un café en el pueblo antes del bosquecillo, ¿quieres ir a desayunar?
No quería dejarla sola, por lo menos quería alejarla lo más posible del acantilado.
- Daría cualquier cosa por un café.
Una hora más tarde estaban sentados delante de una gran pota de café y unas tostadas. De pronto Sabela le preguntó.
- ¿Qué vas a hacer cuando vuelvas a casa?
Álvaro tardó unos segundos en contestar.
- Volver a mi familia, mis amigos, mi trabajo ?suspiró, la idea de regresar le agobiaba? Empezar de nuevo, supongo. ¿Y tú?
Sabela se encogió de hombros.
- No lo sé, ayer sabía lo que quería, hoy no.
La voz monótona de ella le llamó la atención. El dolor del día anterior parecía haberse llevado también el alma. El motor que la había hecho llegar hasta allí se había apagado y con él la vida de la dueña. Álvaro empezó a sentirse culpable ¿qué derecho tenía él para obligar a vivir a alguien que no quería?
- Seguro que tu familia y amigos de echan de menos.
- Echan de menos a alguien que ya no existe, tengo que aprender a ser quien soy ahora. No puedo regresar, todavía no.
Álvaro bajó la cabeza. Sabela tenía razón, las últimas horas habían transformado su dolor en otro sentimiento, pero el tampoco se veía con fuerzas para regresar.
- ¿Puedo acompañarte?
- No tienes porque, ya has hecho bastante ?hizo una pausa? no voy a intentar suicidarme de nuevo, si es lo que piensas.
- Tal vez yo tampoco estoy listo para regresar ?reconoció Álvaro con una sonrisa.
© Chelo Cadavid 2014
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