Los dos policías miraban por la ventana hacia la calle, donde
se encontraba el sospechoso, El Tony, paseando lentamente por la plazoleta.
–Es la primera
vez que le veo con camisa —dijo Mar mientras enfocaba con la cámara.
–Parece
nervioso —murmuró Raúl.
–A ver si hoy le cogemos. Estoy
cansada de pasarme el día aquí.
–Pues yo no estoy descontento
con la compañía —respondió él levantándose.
Mar separó su rostro del
objetivo de la cámara, para mirar descaradamente el culo de su colega mientras
caminaba hacia la cocina. El murmullo de la cafetera se mezcló con los sonidos
de la calle mientras Raúl regresaba a su puesto.
–¡Mira! —exclamó ella— esa chica
no me suena de nada.
Raúl miró a través de sus prismáticos.
–No, no la he visto antes, qué
raro.
El Tony y la chica se sentaron
en un banco a charlar, Mar los acribillaba a fotografías. La cafetera enmudeció
y Raúl se levantó de nuevo.
–Es increíble, —dijo Mar
sacudiendo la cabeza— un tío capaz de traficar con drogas y de cargarse a la
gente a sangre fría y ahí lo tienes, con las rodillas temblando por una chica.
‒Las mujeres, que nos traéis de cabeza, ni los narco se libran—. contestó
Raúl desde la cocina.
Mar sonrió tras el objetivo de la cámara. La otra pareja continuaba su
conversación en el banco. El Tony se acercó a una cafetería y salió con un par
de refrescos. Raúl le dejo a Mar su café en el alféizar de la ventana.
–¡Qué galante! —comentó Mar— que
suerte tiene, porque a mí nadie me…—Mar guardo silencio mientras miraba absorta
el dibujo que había hecho Raúl en la espuma del café.
Abajo, la pareja se había
levantado y se alejaba saliendo de la plazoleta. El Tony le tomó la mano a la chica
mientras se alejaban.
–Hoy ha merecido la pena estar
aquí enclaustrada.
Raúl cogió la cámara mirando las fotos que había sacado su compañera.
‒¿Sólo hoy?
‒Bueno, tal vez mañana también
tengamos romance, no está garantizado.
‒Eso depende del cristal con que
se mire. —Raúl la enfocó con la cámara y disparó— ¿No crees?
‒Oye, borra la foto o nos echarán
la bronca.
‒Podemos fotografiar un delito,
o un romance
Raúl hace otra foto, esta vez solo de la cara de Mar.
‒¿Ah sí? ¿Y qué va a ser?
‒No depende de mí.
Una tercera foto, de sus labios suaves. Mar se levanta y se acerca lentamente.
‒¿De quién depende entonces?
‒De la modelo.
Chelo Cadavid, Febrero 2016