Sunday 21 December 2014

En blanco y negro

La rubia yace de costado sobre el piano, su mirada vaga se transforma en sugerente y empieza a cantar incorporándose con lentitud. Su voz aterciopelada envuelve a la audiencia que la escucha en silencio, hechizados por la sensualidad de sus movimientos calculados y suaves, que reverberan en los pliegues de su vestido de seda blanco.
Un hombre entra y se sienta en primera fila, dejando su sombrero Fedora sobre la mesa. Pide una copa y mira a la cantante. La rubia continua cautivando al público mientras el whisky llega a mesa del recién llegado. Cuando el hombre se inclina para tomar su bebida, la rubia aprecia el bulto de la pistola bajo la americana y la tensión se hace visible en sus facciones, en la rigidez de sus movimientos y el temblor de su voz, para recuperar la sutileza segundos más tarde. La voz, los movimientos y la música se funden en un solo elemento. La rubia termina su canción lentamente. Con la última nota, él se levanta y dispara a la cantante, una, dos, tres veces mostrando un rostro impasible. Se escuchan gritos por toda la sala y la multitud corre despavorida. El hombre sale del edificio entre la riada de gente, deprisa pero sin perder la compostura. Se pierde en la noche. Fundido en negro.
La mirada vacía de la rubia recibe al detective cuando entra en la sala de autopsias. El forense estudia los agujeros de bala en la piel blanca. Muestra al detective las balas extraídas, mientras le indica la posición del arma cuando los disparos alcanzaron a la cantante. El forense cierra los ojos de la rubia y sus ojos azules desaparecen tras los párpados para siempre. El detective se sube las solapas de su gabardina y sale a la calle. Es de noche y llueve torrencialmente. Mientras conduce recuerda. Fundido encadenado.
Está sentado en una mesa de la sala donde la rubia canta. Discuten. Él está intentando convencerla de que necesita protección mientras ella se niega rotundamente, necesita cantar, es su vida y no quiere que nadie la domine. Se levanta abandonando la mesa, dejando atrás un pañuelo de color claro. Fundido en blanco.
El coche aparca en una calle y el detective sube a su apartamento, se quita la gabardina y el sombrero empapados por la lluvia. Se sirve una copa y saca un pañuelo blanco de uno de los cajones de la mesa de su escritorio. Se sienta con el pañuelo en una mano y la copa en la otra. Fundido en negro.
©Chelo Cadavid 2014
Nota:
Este relato corto lo escribí durante mi curso de escritura creativa, la tarea era escribir un guión cinematográfico. Es un modesto homenaje a H.Bogart, I. Bergman y a una película que nunca pasará de moda. 'Here's looking at you, kid'

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